Selección oficial de Cortometrajes Latinoamericanos
Por Verónica Salazar
Náusea (2019) de Thomas Webber
Ana lleva varias noches sin poder dormir bien, a causa de pesadillas que no logra comprender. Su madre intenta ayudarle a evitarlas, mientras ella se adentra en el origen de estas hasta enfrentarlo.
Náusea, cortometraje brasilero dirigido por Thomas Webber, es probablemente la pieza más pulcra de esta selección. Su factura es impecable, lo que ayuda mucho a que la historia fluya y atrape al espectador, sin que este se desconecte con esos elementos de suspenso y terror que van llevando hacia el clímax. Evidencia todo el trabajo previo de este director y su especial atención a la escritura de buenos guiones.
Además, se alinearon los astros de buena actuación, fotografía, diseño sonoro y dirección de arte. Todos los elementos juegan con gracia a favor de la construcción del suspenso, la pieza no requiere de muchos elementos para complejizar la historia; sin complicarse más de lo necesario, logra un buen resultado.
Sin adentrar mucho en temas secundarios, nos encontramos frente a una familia de clase media, acomodada, cuyas preocupaciones pueden encerrarse en cuatro paredes o, mejor dicho, las que tenga esta bonita casa. Algo muy característico de esta pequeña élite es el silencio, el evitar los temas difíciles o “malos”, lo cual vemos en la actitud de la madre frente a la hija, que busca ayudarle a dormir mejor con pastillas, sin ponerle mucha atención al problema. Como si no pudiera ver.
Claramente es una pieza destacable, no solo por las nominaciones y los premios que obtuvo en el Indie Short Film Fest y el IndieX Fest en Los Angeles, además de haber sido parte de la selección oficial de 9 festivales internacionales de cine, sino también por el notorio cuidado con que se realizó su producción y las sensaciones que genera, aparentemente sin tanto esfuerzo.
Es un divertido juego entre objetos e interpretaciones que, junto con algunas referencias al cine clásico de terror, resulta en una pieza sólida, contundente y dramática en su justa medida. Se nota la experiencia del director en diversos campos del arte, pues la música, la fotografía, el ritmo y la historia juegan entre sí y logran crear un ambiente onírico, intrigante y cautivador.
Las Llaves (2019) de Pablo Aguilar
Sales a la primera cita con una nueva persona, llegan al carro para ir a casa y notas que te faltan las llaves. ¿Qué haces?
Ciertamente no te agarra el desespero al borde del terror que sí se devora a uno de los protagonistas. Probablemente esto sea lo que hace que este cortometraje incomode un poco.
Su sólida y divertida estética tipo serie B sienta ciertas expectativas frente a las que el corto pues… resulta algo corto. Transmite al espectador la ansiedad con que se relacionan los personajes, pero deja ganas de algo más. Más terror casero, más suspenso, más acciones.
Esto último se evidencia en los pocos pasos que hay entre la “normalidad” y el clímax. El suspenso que construye el director ecuatoriano Pablo Aguilar parece interrumpido. Esto dificulta conectar con la historia, lo cual sorprende, pues otros cortometrajes del mismo autor llevan la historia con mayor fluidez y gracia.
Sin embargo, se nota esa construcción de su estilo autoral y su marca en el diseño sonoro, la fotografía (especialmente el impecable manejo de cámara) y los gráficos que acompañan las producciones. Lo que sí es una constante es su propuesta desde lo satírico, sin contar chistes ni ridiculizar personajes. Simplemente es un narrador elocuente.
Las Llaves también fue exhibido en el Festival de Cine Ecuatoriano Atuk. Si le gustó, vaya al canal de YouTube del director a ver los demás, que son del mismo estilo y con mejores propuestas. Y si no le gustó, también vaya a verlos.
The Black Tome of Alsophocus (2019) de Alan Slavutzky y Nicolás Montes
Alsophocus era un hechicero que dejó un manuscrito siglos antes de la llegada del hombre moderno a la tierra. En su texto se encuentran los secretos que revelan información para invocar a Cthulhu, hacer proyección astral y encontrar al dios Nyarlathotep.
Es un trabajo para los fanáticos de la animación, los efectos especiales, la oscuridad, seres de otras dimensiones y básicamente cualquier elemento heredado del universo de H.P. Lovecraft. Así es el cortometraje El libro negro de Alsophocus, que tiene tanto ritmo como el texto original en el cual se basa. Comienza con pequeñas pistas y va dosificando el drama hasta revelar todo el terror cósmico.
Esta pieza es un poema, un canto al dios del terror. El narrador cuenta su propio viaje, donde recorre los secretos del mundo desde antes de la llegada de los humanos. Se centra en lo existencial, en nuestra relación con los seres de la oscuridad y el precio del conocimiento de estos secretos.
Es una sola la perspectiva de esta historia, pero son muchos los recursos de la producción que se alinean y logran ilustrar con éxito este breve relato. Todo el arco narrativo es un juego lleno de incertidumbre, construcciones y un viaje que no sabemos adónde nos llevará.
La propuesta de los creadores Alan Slavutzky y Nicolás Montes evidencia su amplia experiencia en montaje y manejo de efectos especiales, pues juntos logran solidez estética y un ritmo coherente y funcional para la narración. Ambos demuestran destreza en su campo, lo que llevó el corto a participar en otros festivales, como el H.P. Lovecraft Film Festival y la CthulhuCon.
No es una megaproducción, pero sí es un proyecto lleno de contenido, fuerte y concreto en su manera de llevarnos a dudar de la realidad, así como cuando estamos solos y nos sentamos a leer relatos lovecraftianos.
Cuando éramos pequeños, siempre nos decían que había que ser buenos niños porque nos llevaba algún ser horripilante que vivía escondido en el bosque. ¿Sería esto verdad?
Este corto colombiano es el “¿y qué tal si…?” ideal, pues explora ese terror local, rural, el que nuestros abuelos conocen de primera mano, que aseguran haber presenciado en el campo cuando eran pequeños. Este estilo folclórico y tradicional va en la estética de la producción Miente y Calla, la primera de María Camila Amador, donde demuestra sensibilidad, creatividad y un estilo consolidado como guionista y directora.
La pieza es un encuentro del terror clásico y los mitos y leyendas colombianos. No es muy complejo y no exagera en elementos dramáticos, cuenta con pocos personajes pero que, a su vez, ofrecen actuaciones muy destacables. Esto, sumado al arte, la locación (la sabana bogotana), esa atmósfera oscura que se construye poco a poco con pistas sutiles y simbólicas desde el primer plano del cortometraje, los guiños al espectador desde los diálogos y cada plano. Es un buen comienzo como cineasta para María Camila.
Llega al punto de aventurarse por abordar asuntos éticos que determinan el curso de la historia, y así hila la herencia del terror clásico con los mitos locales del campo, logrando una representación envolvente en medio de un entorno realista, cercano a todo lo que conocemos y tememos.
Bosque Oscuro (2020) de Nicolás León Sánchez
Dice su director que la historia de Bosque Oscuro nace de la motivación de reflexionar y mostrar el drama y la culpa, las consecuencias de nuestras acciones. Este cortometraje definitivamente explora, con el morbo y la exageración que el director afirma querer plasmar, lo que viene con cada decisión.
Helena se encuentra en un estado confuso, entre lo real y lo surreal, sentada en la cama donde su amante duerme. En la televisión hay un concurso en vivo, donde ella participa y se ve enfrentada a responder por sus acciones. Todo es muy confuso, hasta desesperante, pues como espectadores somos puestos en la posición de Helena.
Hay exageración en los gestos, en el concurso televisivo, en los símbolos, en la confusión de Helena, en la fotografía, la atmósfera, los diálogos. Es un experimento en todo sentido. Tal vez por eso desconecta un poco del sentido que, paradójicamente, propone. Hay cierta brecha entre lo que busca ilustrar y lo que el espectador percibe.
Hay diálogos y pistas que no logramos entender, mucho menos en un primer acercamiento. Sin embargo, esto parece no ser relevante ni crucial para comprender la idea general de que es una especie de sueño terrible que representa miedos, arrepentimientos y juicios que atemorizan a la protagonista, haciendo la narración melodramática, un poco figurativa en aquellos elementos que sí son susceptibles a decodificar. Esto, además de que se trata de una pieza más experimental que argumental, lo que le permite explorar y dejar planteamientos de libre interpretación.
Lo que sí es claro es el uso de algunos referentes clásicos, una constante en esta selección de cortos. El formato de concurso de televisión da luces de Réquiem por un sueño, y los conejos que allí aparecen (que bien podrían ser herencia de Rabbits, Donnie Darko) dan cuenta de esa dualidad que toda la pieza explora. El bien y el mal, lo real y lo imaginario, el corazón y la razón, los sueños y las pesadillas, la luz y la oscuridad. El puente entre los opuestos.
El manejo de cámara de Bosque Oscuro, incluso su guion, revelan una perspectiva muy masculina de abordar la historia. Algo male gazed, me atrevería a decir. Acorralan a Helena que, semidesnuda, junto a su amante, no sabe si lo que está viviendo es real. Nosotros como espectadores también nos repetimos esa pregunta a medida que vamos entrando en esa ola de desesperación que envuelve a la protagonista.
Finalmente es usted el que va a determinar para qué lado se mueve más este cortometraje. Total, ninguna decisión es buena o mala por sí sola. Lo que sí se puede decir sobre las que debe tomar Helena es que son duras, difíciles, horribles.
S.O.S. Hogar Temporal de Ángela Tobón
El cine fantástico en Colombia, y más en Latinoamérica, es un lujo. Son pocas las historias que logran consolidarse en una industria que favorece producciones más figurativas, dada la poca madurez del género en el país y las condiciones socioeconómicas que condicionan nuestro consumo de entretenimiento.
Sin embargo, Ángela Tobón y el equipo de SOS nos demostraron que sí es posible hacer cine fantástico en el país, tras ser proyecto ganador del FDC y CREADIGITAL de MinTIC. Con un planteamiento fuerte, un desarrollo emotivo y un aterrizaje satisfactorio para el espectador, este cortometraje de Medellín cuenta una historia soñadora que cautiva desde el primer cuadro.
El título del cortometraje plantea una duda, pues la introducción sugiere un ambiente oscuro -a pesar de que la fotografía es llena de iluminación, sin sombras y con colores muy sólidos-, casi ningún diálogo y una tensión entre el personal administrativo del establecimiento y los viejos que lo habitan. El prólogo es una carrera de natación. La única regla: quien gana, podrá volver con su familia.
SOS Hogar Temporal es un gimnasio cerrado, con un estilo arquitectónico entre gótico, islámico y art deco que se siente frío, parco, solitario y un poco desesperanzador. Como esas casas antiguas del centro de Medellín. Eso sí, la narración es tan delicada y fluida que nos lleva de la mano y nos introduce desde el primer momento en el universo del hogar. Son pocas las personas que lo habitan y es poco lo que se relacionan entre sí, hasta que llega Esther, quien despierta cierto interés en Aurelio, el salvavidas del lugar.
Lo más llamativo de esta emotiva historia es la paleta de colores, que es muy similar a aquella de The Life Aquatic with Steve Zissou, una película también fantástica, que aborda desde la nostalgia asuntos familiares, conflictos del ego, viajes entre lo conocido y lo desconocido. Azules en tonos suaves, pues casi todo el relato ocurre en la piscina del hogar, en contraste con rojo vivo que nos indica esa pulsión de vida que aún está presente en los habitantes de SOS, a pesar de su situación de salud tan incierta, que para los vivos están muertos, y para los muertos están vivos.
La directora, Ángela Tobón Ospina ya tiene recorrido como directora con su productora, junto al guionista Juan David Gil, logrando un resultado muy maduro y fuerte, rico en referentes, pero también en autenticidad. Además, la fotografía de Mario Barrios que siempre se caracteriza por su pulcritud.
Historias como esta se han explorado desde la ciencia ficción en películas como Lázaro y series como Black Mirror, con el capítulo San Junipero, donde llevan mucho más allá el desarrollo de las relaciones interpersonales que vuelven a darle sentido a una vida que ya no es vida.
SOS habla de la muerte, la lucha por vivir, la familia, lo difuso del tiempo. Es una exploración y además una bellísima propuesta de qué es aquello que no vemos en el espacio gris entre allá y acá, cuando una persona está en coma y la incertidumbre es básicamente lo único que se tiene.
Verónica Salazar
Comunicadora social a la luz del día, en las noches crítica de cine, formada en la Escuela de crítica cinematográfica de Medellín.
En instagram @salazarrv