Nuestra película de clausura 2023: Cuando acecha la maldad

Por Doctor Calamar (Jose Andrés Gómez) equipo de programación y cofundador de Fantasmagoría.

El problema de la distribución de películas entre países de nuestro continente es de sobras conocido. Es más fácil encontrar una película norteamericana reciente en cartelera que una uruguaya o argentina, y si hablamos de cine de terror, la cosa se pone aún más complicada.
Por eso, auscultar el estado del cine de género en latinoamérica puede antojarse difícil, si no acudimos a circuitos especializados como los festivales, y por tanto, decir que Cuando acecha la maldad es una película que rompe algunos esquemas en nuestro continente podría antojarse apresurado. Pero, rayos, es que tampoco es fácil encontrar una película tan agresiva en el cine de otras latitudes. Una película enfocada en el mal y sus consecuencias, que se siente malvada y aún así humana, y que se suma a los valientes esfuerzos de muchos que a fuerza de hachazos y cuchilladas han horadado un espacio en el panorama del género. ¡Si hasta en la literatura se nota ese momento fértil! (Que la crítica siga obviando que es terror, y siga calificándola de una suerte de elevated horror, es otra cosa, pero allá ellos).

 

Demián Rugna construye una película que no pretende ilustrarnos, dejarnos un mensaje, reflejar la realidad: solo quiere mostrarnos el mal en estado puro. Ese concepto abstracto, encarnado en esas criaturas que llamamos demonios y cuya única razón de ser es dañar y causar dolor, sin contemplación. Lo hace, además, creando una mitología que no parece deberle a otras tradiciones, y que se siente cercana y nuestra, creíble. Y lo hace apretando el acelerador desde el inicio, comenzando in media res, sin mayores explicaciones ni presentaciones. Son estos los mejores momentos del film: cuando el espectador no sabe a qué atenerse, cuando no conoce las reglas, cuando no conoce a quién se enfrenta y solo puede dejarse llevar por la marejada. Por el miedo al mal sin razón, contra el que no se conocen herramientas para hacerle frente.

Es, sin embargo, cuando se empiezan a explicar las reglas de este mundo y a racionalizar, a tratar de entender, que la película se resiente un poco. El miedo más puro es ese que no logramos comprender. ¿Cómo? No hay forma de encontrar herramientas, quizás porque solo quiere dañarnos. No le importa más. Pero si empezamos a comprenderlo, a entender sus motivaciones, sus intenciones, nuestra mente encuentra el espacio para descifrar el enigma.
Hayamos esperanza en la razón, un mensaje que la ilustración pareció querer entregarnos, pero que, como nos enseña el cine de terror, nunca podemos aprender del todo, siempre con nuestro ancestral e irracional miedo a la oscuridad, a lo que no vemos, a lo que no conocemos.
Y a diferencia de lo que ocurría en una película como L’Aldilá, de Fulci, que nos abandonaba sin esperanzas en el infierno, la película de Rugna, aunque nos deja sin esperanza, al menos nos permite descifrar un poco el modus operandi del mal.

Eso no anula la potencia que tiene el film en su totalidad. Lo que no vemos, esas imágenes que nunca se nos muestran de unas ciudades con poseídos que salen de la nada, que no logramos acomodar en nuestra cabeza, son tremendamente poderosas y enigmáticas. ¿Es este el inicio del fin de los tiempos? ¿O solo una plaga moderna más? La maquinaria usada por los que lidian con estos encarnados es original y una razón más para confundir nuestra mente de una manera que agradecemos. Y la presencia del mal, tan amenazadora y cruel que no podemos abstraernos de ella. Por eso, a pesar de los instantes en los que la razón nos permite entender y atenuar el miedo, Cuando acecha la maldad sigue siendo un ferocísimo artefacto para sacudirnos. Sin moraleja, sin mensaje. Porque el miedo más poderoso es aquel al mal que no tiene razón de ser.