Delitto Naturale de Valentina Bertuzzi
Ante el silencio adulto
Por Melina Mendoza
Los artilugios del terror permiten pensar al cuerpo, a su vez, volver al cuerpo abre la imaginación, fuente vital para figuraciones siniestras. Esta reciprocidad es explorada en el último trabajo de Valentina Bertucci: Delitto Naturale (2019). El cortometraje muestra una historia de una niña que, a través de entrar en contacto con sus miedos, va descubriendo aspectos de su propia anatomía y la de sus compañeres de escuela. En este sentido, comparte con otras obras de género fantástico, una temática sumamente abordada: la transición de la niñez a la adultez. Una metamorfosis concreta, socialmente conocida, cuyos conflictos pueden ser nombrados mediante metáforas o, como hace el film, desde la resignificación de los procesos, desde volver extraño “lo natural”. Una operación que también es posible por la persistencia de tabúes, silencios, modos del secreto y del pudor a la hora de hablar sobre la pubertad en determinados contextos. En este caso, específicamente sobre la menstruación, impronta que remite inmediatamente a películas como Carrie (1976), Ginger Snaps (2001), Blue my mind (2017). Aun así, no se cierra allí toda lectura. Sería posible sostener una hipótesis que se incline por la fantasía más que por lo racional y humano, ya que se construye una ambigüedad que se apoya en la estructura del relato. Se inicia desde la perspectiva de esta niña protagonista, de forma tal que accedemos a la historia a través de su percepción y vamos siguiendo, como espectadores, lo que pasa según cómo ella lo experimenta. Este sutil procedimiento, que une la voz de la narradora con la imaginación de quienes vemos, es el elemento mejor logrado del corto, en tanto que allí se juegan los efectos de incertidumbre, la sensación de peligro y el susto.
En Delitto Naturale, hay un uso especial de situaciones excepcionales, de la fuga, de los accidentes, de los pasillos (que lleva tanto a Suspiria, como a The shining), de los escondites, de los márgenes, de los espacios que tienen función de umbral o de resto. Se trata de una narración que se adentra en lo que sucede cuando nadie está viendo, cuando las adultas de esta institución no prestan atención a sus alumnas o se les escapan. Inicia cuando la protagonista está esperando que la vengan a buscar, probablemente porque sus padres se olvidaron o atrasaron, no sabemos. Ella dice “estaba sola en la escuela” y la vemos sentada en el centro de un ambiente grisáceo, salvo por un arcoíris de papel pintado con lápices sobre su cabeza. Cuenta que está leyendo su libro favorito, con esfuerzo podemos divisar que se trata de La guerra de los mundos, una novela de ciencia ficción. Una vez construida esta zona poblada de fantasía, pasa algo que interrumpe ese momento de tranquilidad, de intimidad de creerse sola: un sonido devela que hay alguien más y la curiosidad la hace moverse hasta saber que se trata de una mujer del personal de limpieza, cuya sombra muestra algo como un diablo gigante. “Algo como” porque no lo nombra. Hay un juego de códigos entre quien narra y quien observa, manipulando la reacción en torno al miedo, incluso la misma curiosidad, ambas en continuidad con la siguiente escena donde le susurra este secreto a su amiga. Volviendo a las sombras, es un recurso explotado en el terror, de modo tal que puede leerse como intertextualidad. Probablemente, las referencias más claves sean Nosferatu (1922) y Vampyr (1932), aunque también este cortometraje dialogue con Sei donne per l’assassino (1964) y Nightmare on Elm Street (1984). Además, es muy utilizado en la animación, la caricatura y el cómic, podría constituir una referencia en línea con esa fantasía construida desde el comienzo. La sombra sugiere una idea de doble cara, una monstruosidad escondida que no se muestra en detalle, sino que queda en la imaginación del espectador completar esa silueta, lo que puede ser muy perturbador.
Atender a la dimensión del detalle enriquece la experiencia de mirar este film. Hay un desencadenamiento desde el miedo, por el relato del encuentro monstruoso, pero también el conflicto que le sigue, y que toma la centralidad de las acciones, deriva desde esta afectación. Nuevamente, se genera un clima fantasioso por la poesía en el aula, con la rima, ese elemento de maldición brujeril, que pronuncia una actriz parecida a Daria Nicolodi. También una situación pavorosa como un examen, de la que con su amiga fugan con un juego de bolsillo. Se les da una tarea: rimar verbos. Mientras su amiga sale, la protagonista, frente al «volere» (querer) que le propone la maestra, escribe «temere» (temer). Inmediatamente después de ese gesto mínimo, se acopla a la escapatoria de su amiga y pide ir al baño también, para luego, descubrir que había desaparecido. O que la habían desaparecido. ¿Quiénes habían cometido el delito? ¿El diablo, las brujas? Pero más importante, tal como enseña el giallo, ¿de dónde viene la sangre? ¿Qué hicieron con ella? Se mantiene luego en alerta, en sospecha, huye del recreo para encontrarla. Entra en el laboratorio, un lugar prohibido para gente de su curso, y se queda suspendida ante un rostro humano artificial utilizado para las clases de ciencias naturales. Lo desconocido aparece a modo de anticipación del final, pero también como el proceso del auto-descubrimiento: un movimiento que implica transgredir para conocer, ante el silencio adulto.
Poeta, escritora y periodista cultural. Es estudiante de Letras en la Universidad de Buenos Aires. Se dedica a difundir poéticas monstruosas en arte y literatura y, colabora en múltiples medios digitales.
Twitter: @mvmelita